jueves, 20 de mayo de 2010

Obsesión [Capítulo 7]

El viaje en bus me estaba acalambrando todo el cuerpo. Lo único que quería era llegar a algún terminal para estirar mis brazos y piernas. Además estaba demasiado ansiosa como para dormir…

--- Apúrate – le urgió Heidi a Rebeca.
--- ¡Ya voy! – Le respondió – ¡Fanny date prisa!
--- ¡Chicas, creo que encontré un lugar perfecto! – Gritó entusiasmada Pamela.
--- ¡Wow! – Dije sorprendiéndome – ¡Este sí que está bueno!
--- ¡Caroline! – Miré a Pamela con su cara asustada. Levanté una ceja y ella se puso a reír.
--- ¡Ay! – Grité y ella rió fuerte – ¡Debiste advertirme Pame! – La poza no era profunda pero sí me mojé todo el pie.
--- ¡Ja ja ja! – Nos reímos todas.

Armamos las carpas, encendimos una pequeña fogata, Fanny, Rebeca y yo exploramos nuestro alrededor, Heidi y Pamela se quedaron preparando algo para comer.

Los árboles a nuestro alrededor eran de todas clases de verdes, el suelo estaba cubierto de helechos, todo tipo de maleza y musgos. El cielo se mantenía fiel a las nubes del sur. El lago estaba un poco inquieto a causa del viento y muy frío. Cuando comenzó a oscurecer volvimos al campamento. Las chicas habían preparado unos fideos con salsa exquisitos.

--- ¡Vamos! – Le dijo Rebeca a Heidi – Dinos como hicieron los fideos…
--- Claro que no – respondió Heidi – tarea para la carpa: cómo hicieron los fideos las chicas.
--- ¡Ja, ja, ja! – nos reímos todas al unísono.

Cantamos, bailamos, contamos chistes, historias e hicimos varias actuaciones divertidas hasta las dos de la madrugada. Yo dormí tan bien que no sentí la lluvia que comenzaba a caer. Al amanecer vi que la fogata estaba apagada y sin poder encenderla. Con las chicas empezamos a buscar leña seca, fue muy difícil encontrarla.
Desayunamos huevo revuelto con unas tostadas y un poco de café.
Después de tomar desayuno me metí en la carpa para ponerme otro chaleco.

--- Necesito ir al baño – dijo Rebeca.
--- Acá no hay… – dijo Fanny.
--- Lo sé ­– le interrumpió Rebeca
--- Yo te acompaño – me ofrecí.
--- Tendrá que ser por ahí no mas – le dijo Pamela.
--- Caroline, ayúdame a sacar esta frazada – me pidió Heidi.
--- ¿Para qué…? – dijo Fanny con sorpresa.
--- No se sabe quien anda por ahí – contestó Heidi con suspicacia.
--- No creo que haya nadie – le dijo Pamela.
--- Nunca se sabe – se defendió Heidi.
--- Bien… – le dije a Heidi – si dejaras de pisar la frazada podríamos sacarla ¿no crees?
--- Ah… – Heidi se sonrojó.
Yo sostenía la frazada mientras Rebeca hacía sus necesidades cerca de un árbol grueso. Se estaba despejando pero el frío seguía aún más helado… El sonido de que una rama se quebraba llamó mi atención, miré a mí alrededor, lo único que logré ver fue naturaleza. Un calor en la columna vertebral alertó mi sentido del olfato, el oído y la vista. Presentía que algo estaba mal y que debía llegar pronto con las chicas. Otra rama… ¿o era un flash de una cámara?

--- Rebeca, apúrate ­– le urgí.
--- Me falta subirme el cierre y volvemos.

Yo llevé la caminata muy rápido, Rebeca se tropezó varias veces y me preguntaba que por qué estaba tan histérica, yo le respondía que no estaba histérica pero el tono de mi voz me delataba. Lo que más me fastidió en ese momento fue el paso lento de Rebeca, ella siempre era la última en la clase de gimnasia y no sacaba buenas notas en las clases de deportes, deseé poder dejarla ahí sola y seguir más rápido pero reflexioné, ella era mi amiga.

Todo iba mal, mi corazón palpitaba fuerte y sentía un ardor por todas mis extremidades. Sabía que esto ya me había sucedido en ocasiones anteriores, debía irme a casa y no salir de ahí, pero de qué serviría, también estando ahí había tenido esta sensación. No sabía si las chicas vendrían conmigo, enojadas por arruinarles parte de sus vacaciones o se quedarían con un cargo de culpa o haciendo como si nada hubiera ocurrido. La decisión ya estaba tomada pero mi cobardía era más fuerte.

--- ¡Caroline! – gritó Rebeca volviéndome a la realidad. Me volteé para verla pero no estaba, mi respiración se cortó y mis ojos se abrieron como platos. La llamé y no contestó, mis manos transpiraban y mis piernas temblaban. Caminé hacia donde debía de estar Rebeca pero lo único que conseguí fue perderme aún más, ya no sabía en donde estaba el campamento y mucho menos Rebeca.

Estaba perdida…

--- ¡Rebeca! – Grité desesperada – ¡Rebeca! – no hubo respuesta. Tal vez las chicas me estaban escuchando y buscándome o solo me estaban jugando una broma de mal gusto.

Cuando miré hacia delante vi un arbusto moverse, me alegré en un principio porque pensé que era Rebeca pero luego sentí la voz de Rebeca a mis espaldas preguntándome si estaba bien. Sentí que mis pies se desvanecían, sentí el suelo húmedo por la lluvia…


… La vista era hermosa, las olas del mar reventándose contra las rocas, las gaviotas chillando con un sonido tranquilizador, el viento suave y el cielo de un azul profundo nunca antes visto por mis ojos, el sol cálido y resplandeciente y la arena caliente. Mi traje de baño era un bikini verde claro con unos pequeños círculos de colores vivos, mi pelo estaba suelto y se movía levemente por el viento. Pero de pronto todo el paisaje cambió radicalmente. El cielo fue cubierto por unas espesas nubes de color gris oscuro, las cuales se veían amenazadoras, el viento comenzó a ser cada vez más fuerte y mi pelo no me dejaba ver lo que sucedía, el mar se enfureció y de a poco comenzó a subir la marea, de lejos pude ver a Cristian y él a mí también, pero su cara no presentaba ningún interés por mí, él volteó y se marchó. Me puse a llorar y a llamarlo desesperadamente, nada de lo que hacía me resultaba, ni siquiera podía mover mis pies, era algo insoportable. Lentamente mi respiración fue cesando…


Al sentarme todo a mi alrededor dio vueltas, me dio un dolor de cabeza horrible. Me levanté muy despacio para que no se revolviera todo de nuevo. Con gran desconcierto divisé a Rebeca que estaba sentada junto a Fanny y Heidi. Las tres estaban cuchicheando lejos de Pamela quien se encontraba cerca de la fogata. Comencé a caminar hacia Pamela, la cual se volteó al oír mis pasos en el suelo frío y mojado.


PAMELA

Maldición, me tiemblan demasiado las manos. Si la imbécil no hubiera aparecido este otro estúpido…

--- Hola –la voz de Caroline me sobresaltó.
--- Hola –le contesté.
--- Pamela… –dijo indecisa– Lo último que recuerdo es a Rebeca… ¿cómo llegamos hasta aquí?
--- Un joven amable que pasaba por ahí te trajo –le respondí – solo a ti se te ocurre desmayarte cuando no hay nadie cerca de ti.
--- Ah… ¿lo siento? – preguntó incrédula.
--- Tú consigues que un hombre que quizá tiene otras preocupaciones te traiga y lo único que dices es ¿lo siento? Y más encima lo preguntas – todo eso lo dije muy rápido, estaba agitada por la situación. Caroline me quedó mirando con los ojos muy abiertos. Me pareció que no respiraba.
--- Creo que tienes razón…
--- ¿Creo? – la interrumpí.--- ¡OK! –Me gritó con ira– ¡Tienes razón, lo siento, no sé qué más decirte, yo… olvídalo! –giró y fue hacia Rebeca, Heidi y Fanny, éstas estaban mirándonos sin comprender. Yo me quedé callada por toda la tarde.