lunes, 15 de febrero de 2010

Obsesión [Capítulo 4]

Papá me despertó temprano el sábado por la mañana. Tomamos apenas desayuno y salimos hacia la carretera.

--- No le pierdas de vista Josefa – decía mi padre.
--- Bueno, la haré trabajar, dile que no se ande quejando de nada – tía Josefa me miró con cara de pocos amigos.
--- ¿Escuchaste Caroline?
--- Sí, papá – rechiné los dientes al escuchar la absurda pregunta de papá. Ya estaba aburrida de todo eso. Siempre era lo mismo, todos creían que yo era una causa perdida y eso me molestaba demasiado.

Papá se fue y me quedé en la pequeña habitación de madera desgastada, ésta tenía una cama pequeña y un velador que estaba cojo. La ventana era grande a comparación de la habitación, pero era acogedora. Decidí ayudar a tía Josefa en los que haceres del día.


[TERCERA PERSONA]

Mientras que Caroline desempacaba sus ropas en la vieja habitación de madera desgastada de la casa de tía Josefa, Gastón convencía a su padre José de dejarle ir a acampar.

--- Vamos – trataba de convencerlo Gastón.
--- Te digo que no – Esta era como la décima vez que le decía lo mismo, pero Gastón no entendía. Que tendrá este chico que quiere salir al aire libre justo ahora… Pensó su padre.
--- Que te cuesta – dijo interrumpiéndole los pensamientos – tú nunca sales, yo quiero hacerlo…
--- Vale, vale – Ya estaba. Gastón lo había conseguido.

Gastón solo empacó unos pantalones resistentes, una sudadera y un suéter. La comida la compraría cuando la necesitara, ya que llevaba cien dólares.
Se instaló en su auto y partió hacia su destino…
… Subió al árbol más grande y fuerte que encontró, con sus binoculares a la mano y comenzó a observarla una vez estuvo bien afirmado en la rama del árbol. Tiene que ser mía…


Caroline decidió ayudar a tía Josefa en el campo. Sacó los huevos del gallinero, alimentó a la mayoría de los animales, ordeñó a las vacas y ovejas en un tiempo que fue interminable. Tengo que admitirlo… me encanta el campo… Pensó y se río en voz alta Luego me daré una buena ducha… aunque me quedaría así… Volvió a reírse. A Caroline siempre le habían fascinado los animales y mucho más andar toda embarrada. Ella no quería que nadie se enterara… Todo lo que hizo le llevó mucho tiempo y quedó realmente agotada. Se despidió de su tía y se fue a bañar en la ducha del dormitorio. El vapor del agua llenaba el pequeño baño. Caroline sintió cómo el agua fluía por todo su cuerpo, relajando cada músculo, cada tensión vivida en la última semana. Se vistió relajadamente y se estiró. Abrió la cama, se cepilló el largo cabello marrón claro y se acostó con un bostezo.

Los perros comenzaron a ladrar cuando el desconocido se acercó a la casa. Caroline despertó con un sobresalto, se puso la ropa más cercana y las zapatillas, buscó en la esquina del cuarto una linterna y algo firme y duro para tirárselo a quien quiera que fuera. Sintió como su corazón tomaba fuerza y parecía ser el único ruido además de los ladridos de los perros y su propia respiración que iba haciéndose cada vez más rápida. Hacía frío fuera de la casa, la neblina comenzaba a bajar y hacerse mas espesa. Arriba, en el segundo piso se encendió una luz, era la habitación de tía Josefa. A Caroline casi se le doblaron las rodillas del alivio que sintió No Pensó corre, corre… Subió despacio y vio que la cama estaba sin desarmar. Encima de la cama había una nota…

Caroline, si estas leyendo esta nota es porque no estoy. Perdón por no avisarte pero sucedió una tragedia y debí salir urgente. Estarás sola. Cualquier cosa avísame. Adiós.

Caroline observó la hoja con espanto, sus ojos estaban abiertos como platos. Sintió como su corazón volvía a acelerarse, su respiración se detuvo y miró toda la habitación, sus piernas no reaccionaban, quería moverse pero tenía miedo Tía Josefa no fue quien encendió la luz… tengo que salir… Por primera vez se dio cuenta de que los perros ya no ladraban, y que una parte del suelo estaba iluminada por otra luz… Mi habitación Unos pasos se acercaban hacia donde ella estaba. Abrió la ventana rápidamente y comenzó a bajar con dificultad. Se resbaló y cayó ¡Ay! Dijo en su mente, sabía que si hablaba la encontraría… mierda mi tobillo… Contuvo la respiración, se levantó y corrió con el tobillo torcido. Se acercó con temor a Givi, el perro más viejo y gruñón, lo miró con horror, no se lo podía creer… ¡NO! ¿Quién hizo eso?... es tan cruel… Cerró los ojos con fuerza, no quería verlo, el perro yacía tirado en el suelo cubierto de sangre. Caroline se alejó lo más que pudo y permaneció escondida cerca del río hasta que amaneció…

--- ¡Caroline! – Caroline estaba asustada, ya no se confiaba ni siquiera de su propia voz – ¡Caroline! – Dijo sorprendida y aliviada a la vez tía Josefa – ¿¡Qué estas haciendo ahí!?
--- Tía… – Sintió cómo las calidas lágrimas volvían a caer en su rostro todo sucio y pálido – Yo… Givi… Yo no… – se mordió el labio hasta que le sangró.
--- Tranquila – intentó consolarla, le tendió la mano y la ayudó a ponerse de pie – vamos, te llevaré a tu casa…
--- ¡No! – Tía Josefa se sobresaltó con el pequeño grito de Caroline – Papá no… – Caroline movía frenéticamente sus pequeños ojos de color de chocolate.
--- Cariño, tranquila, Dan no te hará nada… – Tía Josefa la abrazó y acarició su mejilla.
--- Entonces me daré un baño… tía… – la miró con cara de súplica.
--- ¿Qué?
--- Permanece en la habitación mientras yo me doy un baño…


El viaje era largo, partieron enseguida ya que Caroline no quería que tía Josefa se bañara; tenía miedo de quedar sola…


[PRIMERA PERSONA]

El tobillo era un dolor insoportable, tía Josefa bajó la velocidad del Volkswagen de los años setenta, por ahí, se metió a un estacionamiento de un hospital viejo y feo.

--- ¡Ay, ay! – El doctor me miró con cara de desaprobación – ¡Es que me duele!
--- No es para tanto – dijo el doctor cuando abría la puerta del pasillo – iré a buscar una venda… – dijo y se fue balbuceando algo así como que ya estaba arto de ese lugar y que quería irse…
--- Deja eso ahí – voltee la cabeza cuando tía Josefa me regaño por tomar el termómetro y ponérmelo debajo del brazo. Tuve que quitármelo, no duré mucho rato quieta, tomé el fonendoscopio para escuchar los latidos de mi corazón y me concentré demasiado porque no había visto al doctor entrar y sólo me dí cuenta cuando él me lo quitó enfadado.
--- No juegues con eso – dijo. Me dio pena cuando le vi el rostro, me fijé en él, tenía bastante pronunciada su edad, su pelo estaba canoso y opaco, los ojos no tenían ningún brillo y por un segundo comprendí su actitud grotesca. Bajé mi vista.
--- Lo siento – dije en un susurro, tía Josefa no escuchó pero el doctor sí. Sus ojos brillaron por una milésima de segundo y luego volvieron a ser opacos – De verdad que lo siento.
--- Listo – dijo cuando puso un broche en la venda para sostenerla. Me sonrió y yo a él.
--- Gracias – dijimos al unísono con tía Josefa.


Débora se encontraba en el negocio del frente cuando llegamos con tía Josefa. No me fijé mucho pero vi que se encontraba con un chico Y papá no la castiga Pensé. En realidad estaba contenta por ella, agradecía un montón que papá me llevara a mí y no a las dos. No sabía lo que hubiera echo si ella hubiera ido y le hubiera sucedido algo… Se me hizo un nudo en la garganta bastante fuerte y no escuché lo que papá dijo así que no le contesté, tía Josefa respondió por mí.

--- Se cayó del caballo y se torció el pie.
--- ¿Y tenías que andar en caballo? ¿Te dije acaso que lo hicieras? – Papá se veía enfadado. Yo estaba demasiado sensible, me dieron ganas de gritarle que se fuera al infierno, de decirle las palabras de mamá… Papá me odia… piensa que fui yo la culpable… y tiene razón… Las lágrimas se asomaron por mis ojos, intenté detenerlas pero el nudo de mi garganta me lo hacía difícil y cayeron una tras otra. Quedó sorprendido al verme y no dijo nada más. Yo subí cojeando a mi habitación… quería irme, pero no tenía a donde ir… y es que también lo quería, a él y a Débora…

Las horas pasaron lentas y no podía dormirme, porque cuando lo hacía aparecían unas pesadillas horribles y cuando habría los ojos parecía que estaba en el mismo lugar en donde pasé la noche anterior, cerca del río. Me levanté sin rumbo. Miré mi rostro en el espejo del baño, tenía un aspecto terrible, debajo de mis ojos había unas tremendas ojeras, mi pelo estaba desordenado a causa de los bruscos movimientos durante las pesadillas, y lo que más me asustó fue que parecía una muerta viva.


Le dije a Débora que me esperara para ir al colegio, ella no quiso porque dijo que tenía que juntarse con Peter, su pololo. Entonces, sin otra salida, tuve que recurrir a papá. Él me miró y luego sacudió el periódico. Lunes por medio era día de descanso en su trabajo.
--- No te preocupes, mejor camino – él no me habló ni siquiera cuando lo saludé en la mañana, me dolió.
--- Que te vaya bien – y eso fue lo único que dijo.

No pasaba nunca locomoción, no quería caminar porque me cansaría con el pie así y no quería encontrarme con algún extraño que insiste en llevarme en su Mercedes Benz. De seguro que Cristian está enojado conmigo… Pensaba en eso cuando vi a una camioneta pequeña, de color negro azabache, y de quien sabe cuantos años, pero era bonito, al menos a mí me gustó.

--- ¿Te gusta? – Me preguntó el conductor. Asentí con la cabeza y le sonreí.
--- Está monono… ¿Estás enojado conmigo? – Le pregunté dudosa.
--- ¡No! – Creo que estaba sorprendido por mi pregunta – Claro que no. Yo no me enojo por una estupidez – eso había sido una indirecta.
--- Lo siento – me disculpe.
--- Sabes que yo no me enojo contigo, te quiero demasiado como para hacerlo – Me sentí incomoda cuando mencionó eso, él… él solo era mi amigo – ¿Te llevo? – La última vez que me habían preguntado eso yo tenía miedo, con Cristian podía ser yo, y tenía demasiada confianza con él.
--- ¡Claro!

Cristian me hizo reír mucho en el camino haciendo caras raras y contándome las tonterías que había hecho el fin de semana. No le conté lo que me había sucedido a mí, él se preocupaba demasiado por mí y no era justo que lo hiciera ahora.
--- Cómo fue que te caíste de un caballo – me preguntó en un tono burlón, pero sus ojos lo delataban, estaba preocupado por mí, no era justo – de seguro que lo espantaste con esa cara de mono que tienes – se río.
--- Ja, ja.


El día fue de lo más normal e incluso me olvidé de toda la pesadilla del fin de semana.