sábado, 6 de febrero de 2010

Bien, aquí he subido el capitulo 3. Espero les guste mucho.

Obsesión [Capítulo 3]

Cuando llegué a casa papá me miro con cara de ¿dónde estabas?

--- Estaba arreglando el gimnasio, ya sabes, siempre lo hago y mis amigas tuvieron que irse – y yo hice que se fuera Cristian cuando me iba a ayudar Solté un suspiro por lo bajo al pensar en aquello y papá no lo paso por alto.
--- ¿Qué sucede? – Preguntó papá.
--- Nada. Solo estoy cansada, nada más, a propósito… ¿Qué hora es? – Pregunté a la vez que mis ojos se posaban en el reloj viejo que se encontraba colgado en la pared de color durazno cerca de la cocina. Cuando lo encontré, bajé la vista inmediatamente y me encontré recordando a mamá. Papá se dio cuenta – Es curioso ¿sabes?
--- ¿Qué? – Preguntó nervioso. Yo sabía lo mucho que le incomodaba ese tema. Aunque ya hubieran pasado cinco años después del accidente de mamá, todos nos sentíamos mal cuando salía el tema a colación sin ningún motivo.
--- Que hallamos cambiado… – Suspiré con pesar – Tanto.
--- Deberías irte a descansar… –Papá se mordió el labio – fue un día demasiado largo…
--- Odio cuando haces eso – le ataje – pero tienes razón ya es muy tarde, buenas noches – le dije mientras me acercaba para besarle la frente.


Dejé caer la mochila al suelo y me tiré al suave colchón de la cama. Débora ya se fue y no tengo cómo ir, la casa de Matías queda muy lejos de aquí… me quejé mientras me ponía los audífonos del Mp3. Quiero un iPod, maldita sea, papá me lo hubiera comprado si hubiera subido las notas… Me dejé llevar por la música que fluía en mis oídos. Llegué a la canción que le había dedicado a mamá tan solo cuando tenía ocho años… Brotaron lágrimas de mis ojos, la visión que tenía del cielo del dormitorio se volvía borrosa y cerré los ojos. También dejé que mi mente vagara por los recuerdos del día en que ocurrió el accidente…

Tan solo tenía once años… y ese día era mi cumpleaños. Cumpliría los doce. Mamá me había llevado a dar un paseo por el centro, me compró todo lo que yo quise e incluso cuatro helados seguidos, tan solo digo cuatro porque se me congeló el cerebro y ya no pude más. Mamá me estaba manteniendo ocupada, yo sabía que me estaban organizando algo así como una fiesta pequeña.
Cuando subimos al auto me dieron ganas de vomitar, mamá me llevó al baño público. Yo estaba en el baño y mamá fue a comprar un chicle para que el olor se pasara un poco. Salí del baño y caminé hacia ella. Estaba discutiendo con alguien.

--- ¿Tú estás loco o qué? – Decía mamá – Claro que no te daré las llaves del auto.
--- ¡Te dije que me las dieras! – Gritó aquel hombre. Él tenía el rostro lleno de cicatrices, llevaba el pelo largo, todo despeinado y sucio, su ropa estaba andrajosa y tenía… tenía un arma en la mano.
--- ¡No! – Volvió a decir mamá, ella no se intimidaba muy fácilmente – No voy a permitir que alguien me robe… – dijo mamá… pero ya era demasiado tarde. Un disparo le interrumpió la frase. Yo grité y el hombre me descubrió. Apuntó el arma hacia mí y me disparo en el brazo izquierdo, caí al suelo por el impacto. Grité de dolor, pero no por mi brazo sino por mi madre. El hombre se rió maniáticamente, luego se volteó a ver a mi madre; que estaba desangrándose y me miraba con su cara llena de dolor. Con su mirada me decía que huyera, que me alejara, yo no quería; el hombre la golpeó con sus pies varias veces antes de quitarle las llaves y virarse de ahí con el auto…
Me levanté del suelo y sentí el dolor punzante de la herida. La bala estaba a la vista pero yo quería llegar hasta mi madre. Me mareé cuando conseguí pararme, pero seguí adelante.

--- ¡Mamá! – Grité con un sonido desgarrador. Comencé a llorar y decir a grito pelado ¡AGUANTA! ¡POR FAVOR! ¡RESISTE! No dejaba de sollozar pero las lágrimas no brotaban como yo quería...
--- Caroline… – mi madre atrajo mi atención, su voz estaba débil. Levantó su mano con gran dificultad y la posó en mi mejilla. Su mano estaba fría y coloqué mi mano rápidamente en la suya para calentarla – Te qui… quiero – soltó el aire que contenía.
--- Tranquila… – mi voz no sonaba como yo quería. Estaba destrozada. Comencé a buscar a mí alrededor a alguien frenéticamente. Nada. No había nadie y eso era aun más devastador. No tenía dinero para hacer una llamada o peor, no había nadie. Era como si su peor pesadilla se hubiera hecho realidad… y era cierto.
--- Dile – tomó una gran bocanada de aire y luego dijo – dile a Débora… que la quiero y que no haga… tonterías – le costó mucho decir esas palabras tan desgarradoras. Tenía la voz ronca. Yo quería que descansara, que no gastara fuerzas innecesarias… pero no podía, solo escuchaba. Me había dado cuenta de que había dejado de llorar y que no era capaz de nada mas… solo escuchar y ser una completa inútil – también dile a tu padre que se porte bien y que tiene que cuidarlas a ustedes dos… – en ese momento empezó a agonizar y lo último que dijo le costó un montón, no terminaba las frases y yo en mi subconsciente las terminaba – Prom… serás una gr… chica – al escuchar esto se me hizo un nudo en la garganta y sólo pude decirle que no dijera tonterías, que ella iba a salir de esto… – Caro… prométem… – dos lágrimas salieron de mis ojos, su sonrisa ya no resplandecía, sus ojos me miraban, pero ya no se encontraba ahí conmigo… La abracé con fuerza, cerré mis ojos y a la vez los suyos, quería pensar que estaba dormida y que soñaba como nunca antes… pero voces me sacaron de mi fantasía.

--- ¡Niña! ¿Estás bien? – Preguntó un hombre.
--- ¡Llamen a una ambulancia! ¡RAPIDO! ¡La niña está herida! – ¿¡Qué!? Pensé. ¡Yo no! Mi mamá… es ella quien la necesita… ¡NO! Quise decir ¡DÉJENME! Sentía cómo me elevaban ¡Mamá! Abrí los ojos de golpe. Ya no veía a mi madre. Luché por salir de los brazos de aquella mujer…
--- ¡NO! – Le pegué un codazo a la mujer. Me soltó mascullando algo así como Porquería
--- ¡Ayuden a mi mamá! – Pero lo único que conseguí fue que mi voz se ahogara con el nudo de la garganta.
--- Yo quería ayudar, pero el hombre me amarró a una silla – decía uno. Supuse que le contaba a la policía “los hechos”. Mentira… Pensé nadie se atrevió a salir porque son unos cobardes. Mamá… perdón… me levantaron y me acostaron en la camilla de la ambulancia. De a poco me fui desvaneciendo…


La luz del día me despertó. Era otro día. Me refregué los ojos y sentí húmedas las pestañas.
Caminé hacia el colegio. No me sentía de ánimos para hablar con las chicas ni mucho menos con Débora… A Débora nunca le dije las palabras de mamá y tampoco a papá.

Dí la vuelta en la esquina. Mi corazón empezó a latir con fuerza, también comencé a caminar más de prisa y miraba de reojo hacia atrás. Volví a dar la vuelta en la esquina, cuando miré hacia atrás nuevamente vi a un hombre. Llegué a la esquina otra vez y empecé a correr esta vez. Tonta Me dije mientras corría, cuando miré hacia atrás choqué con algo… o alguien. Éste me agarró por los brazos y no permitió que me cayera de espalda.

--- ¡Ey! – Dijo en tono divertido el… ¿joven? – ¿Estás bien?
--- Ah… Sí... – Abrí los ojos como platos al mirarlo, era ese chico, el de la bodega… – ¿Tú?
--- ¿Esperabas a alguien más? – El brillo de sus ojos no me gustaba. Era… bueno, no sé.
--- No… – Me mordí el labio. Ésta era la oportunidad de saber su nombre – Mmm… ¿Cuál es tu nombre?
--- Gastón – se puso serio. No quise saber nada más de él. Me sostenía con fuerza y cada vez me acercaba un tanto hacia él.
--- Gastón… ¿Podrías soltarme? – Su expresión me asustó, aún no me soltaba y me dolió el brazo cuando me lo apretó con más fuerza – ¡Ay! – dije teatralmente. Su cara se descompuso y me atrevería a decir que me soltó de mala gana.
--- ¿Contenta? – Su tono de voz me asustó pero asentí con la cabeza – ¿Vas al colegio? Te puedo llevar.
--- Sí… – Le alcancé a decir, el me cortó la oración.
--- Entonces vamos… – Me volvió a tomar el brazo y comenzó a caminar hacia un auto. Era de color rojo brillante, mercedes Benz supuse; no sabía mucho de autos pero en la puerta del conductor salía la marca; tenía las ventanas polarizadas.
--- No… – Tomé aire, tenía miedo de su reacción, tenía que decirle – Quiero decir… te iba a decir que sí me dirigía al colegio y que no me llevaras, tengo ganas de caminar – Se detuvo en la última parte, su cara era un fuego vivo pero luego se volvió dulce… dulce de manera extraña.
--- Vamos, yo te puedo llevar – Tragué saliva, miedo… Sí, era miedo lo que sentía, así que le dije que sí. Después de eso jamás volvería a caminar sola. Ni siquiera al negocio del frente de la casa…